El pasado 6 de febrero, a mediodía suena el móvil y veo un mensaje muy escueto que Toni ponía en el grupo de la Caseta, “amigos, Pascual ha muerto”. Nadie daría una noticia así sin que fuera cierta. Por eso nada más leerla me di cuenta de lo que pasaba. Creo que todos al leerla sentimos en ese momento lo mismo; sin embargo, yo no sé qué me pasó, que me quedé en blanco. Y si digo que así me mantuve todo el día, no me equivoco. Tal vez fuera mi estado de desánimo, porque dos días antes me habían dado una mala noticia (la cual no viene al caso), con la que llevaba en mente muchas horas; debió ser eso. Lo cierto es que pasé el día sin terminar de reaccionar. Me limité a leer lo que decíais en el grupo, lo que se escribía, lo que decía la prensa. No quiero recordar más detalles. No reaccioné.
Hoy
se cumple un mes. Si aquel día me sentí abrumado por las circunstancias, éstas
aunque no del todo desaparecidas, se han apaciguado. Y por eso hoy quiero
recordarlo a título personal, reflejando algunas anécdotas y momentos de charlas
que con él pude tener. Rindiéndole así un pequeño homenaje de recuerdo.
A Pascual -para
nosotros bastaba solo el nombre- lo conocí allá por los últimos años de los
sesenta. En plena juventud de todos nosotros. Yo tal vez no pueda contar mucho
de él, porque de él hay mucho para contar. Sin duda las anécdotas y momentos más
importantes o significativos vividos con Pascual y que constantemente hemos
venido recordando durante más de cincuenta años, lo deban contar otros. Aquellos
que lo vivieron directamente con él en aquellos locos y alegres años.
Sin
duda lo que mejor recuerdo y más veces he mencionado en varias ocasiones, que comenté con él mismo, fuera esto: “Bodeguita Romero, los dos solos en ese
momento, vaso de solera en ristre, de pronto me pone una mano en el hombro y
muy serio me dice: Yo tengo que revolucionar el mundo
de las sevillanas”.
Alguien
tiene duda sobre si lo consiguió o no ¿?
Me
resulta difícil llevar un orden cronológico, pero las ideas y recuerdos me
afluyen de pronto y no como yo quisiera.
Un día que no puedo olvidar y a más de uno de nosotros le pasará lo mismo, fue el de la boda. Os acordáis ¿?. Plaza del Salvador primero y “Mi Cortijo”, en Santiponce después. Esa mañana llevamos la tarta de boda, en una furgoneta que conducía Rafael Tejido, dentro Bolli y yo la sujetábamos, ligeramente inclinada, porque daba en el techo de la furgoneta, era una tarta de doce pisos. Tardamos la mundial en llegar. Había que ir muy despacio. Allí dejamos la tarta hasta el momento de la celebración, en que debería repartirse equitativamente y con orden entre los invitados. Y así se hizo, superando aquellos cortos del cine mudo, que nos ponían antes de la película, donde cada vez que aparecía una tarta se terminaba a tartazos. En esta ocasión lo superamos y los tartazos fueron los nuestros. La tarta volaba de un lado a otro. Tras la batalla y cuando ya no quedaba tarta que estampar en la cara de otro, se serenaron los ánimos. Fue entonces cuando Benito ocupó el centro del escenario y lo rodeamos cada uno de nosotros adaptándonos al papel que en el PASO nos correspondía.. Aquel día bordamos uno de los momentos más notorios, de cuantos habíamos dedicado, hasta entonces, para representar ese momento tan particular que solíamos hacer sobre la Pasión. Para culminar el episodio salimos desfilando a la calle, encabezándolo yo con la bandera.
| Calle Pascual Gonzalez en el Barrio de "La Calzá" |
Esa noche hubo quien llevó algo que soltaba humo y
con la emoción del momento todos terminamos con los ojos llorosos. Pepa, seguro
que os acordéis de ella, la novia de Benito, nos tuvo que poner a más de uno
colirio, porque estábamos muy emocionados. ¡¡Qué noche la de aquel día!!
Durante muchos años he mantenido, que para mí esa fue la noche más divertida de
mi vida.
Algo típico en Pascual era observar sin ser visto. Regresó tras un largo periodo de tiempo que estuvo en el extranjero. Fue cuando aquella loca aventura de juventud que tuvo con el buen amigo Benigno, de emigrar para no hacer la mili. Estábamos varios de nosotros en la puerta de la Bodeguita Romero; en un momento dado, decidimos cambiar de ubicación y nos pusimos en movimiento para irnos a otro sitio. Yo me quedo más rezagado y, de pronto, se me echa encima por la espalda un tío alto, con unos pelos que le bajaban de los hombros y me abraza con fuerza, yo me quedo sorprendido y asustado. Cuando me disponía a reaccionar, Dios sabe cómo, me doy cuenta que el individuo en cuestión era Pascual. Había llegado y se puso junto a nosotros y allí estuvo según él, casi tres cuarto de hora. Ninguno lo conocimos, ninguno nos dimos cuenta, nos estuvo observando y escuchando cuanto hablábamos. No sé los que estábamos, pero éramos cuatro o cinco por lo menos. Como no podía ser de otra manera, con gran alegría, por parte de todos, se unió a nosotros y continuamos la noche.
| Feria 2010, en Joselito El Gallo 104 |
Agosto 1974, era domingo. Con cartera de mano y
algunos planos enrollados, cojo en San Bernardo un tren que tenía como destino
Cádiz. Entro en un compartimento para acomodarme y me encuentro allí con
Antonio y Salud, los padres de Pascual. Tras un cariñoso saludo por ambas
partes <eran unas personas
encantadoras> y las típicas preguntas, que haces tú por aquí, a donde vas,
etc. el tren se pone en marcha. Desde San Bernardo a “El Puerto de Santa María”,
que era mi destino, fuimos hablando sin parar. Yo les conté algo de mi vida. Por
aquel tiempo, yo llevaba ya dos años en Madrid. Y ellos no me contaron la suya,
pero sí bastante de la de Pascual, sobre todo, la infancia y adolescencia. Y
cuando unos padres hablan de la infancia de un hijo, lo hacen con alegría y con
todo lujo de detalles. Me contaron peripecias de todos los colores, propias de
niños y luego de menos niño. Hubo una, ya un tanto alejada de la niñez que no
la recuerdo muy bien, pero si recuerdo que era muy divertida. Era algo de un
partido jugando a la pelota y en la que recuerdo que intervenía el Tío Jacinto.
El Tío Jacinto, que en más de una ocasión tuvimos la suerte de compartir su
compañía. El viaje fue muy agradable, los padres eran personas que apreciaban a
todo aquel que era amigo de su hijo. Así hasta que llegamos a El Puerto. Ellos
iban a San Fernando a ver a Pascual, que por aquel tiempo había fichado por la
Marina y hacía la mili en la Isla de León. Pero en ese momento por un tipo de
dolencia de escasa importancia, se encontraba ingresado en el Hospital Militar
de San Fernando.
Afortunadamente vivió grandes momentos en su vida.
Uno de ellos fue el 21 de febrero de 2017, en que todos fuimos testigos de cómo
en Sevilla se reconocía su trayectoria artística y humana. Y en vida se
rotulaba una calle de su barrio con su nombre. Ese día y terminado el acto
oficial, los varios centenares de personas que allí estábamos nos desplegamos.
Y se formaron grupos en los que se comentaba el acto, donde todos hablaban del
protagonista del mismo. Autoridades, artistas, periodistas y más
personalidades. En ese momento, nos encontrábamos charlando en un pequeño grupo
tres o cuatro de nosotros; apenas a tres metros estaba en otro grupo de charla
con varias personas, Pascual. En un momento dado en que nos ve, Pascual mirando
hacia nosotros, veo que nos señala con el dedo índice de la mano derecha y hace
un movimiento hacia cada uno de nosotros, llevándose seguidamente la mano al
lado izquierdo del pecho. Quedó dicho todo con el gesto. Era un momento
importante y tuvo un certero gesto a hacia sus antiguos amigos. En ese gesto
estaba incluida toda la Mano Negra.
Eso no fue todo, en mayo del mismo año, el Ayuntamiento de la Ciudad, le entrega la
medalla de oro de Sevilla. Acto del que también fuimos testigos sus amigos. Era
otro reconocimiento de Sevilla y se unía a los muchos premios que le han sido
concedidos a lo largo de la vida de Cantores. Qué podemos decir nosotros que lo
conocíamos bien. Pues alegrarnos y sentirnos orgullosos de que un amigo nuestro
tenga una calle con su nombre y sea medalla de oro de la Ciudad. Yo me atrevo a
decir que cada uno de nosotros, internamente en aquellos primeros años del
comienzo de su carrera, intuíamos que rompería en algo muy sonado e importante.
Y aquí está.
Una anécdota protagonizada por el propio Pascual, fue el día en que se casaron Manolo Nieto y Ana Mari. Seguramente muchos la recordaréis. Tras la ceremonia celebrada en la Capilla de “El Museo”, emprendimos rumbo hacía el Aljarafe. La celebración era a la entrada de Castilleja de la Cuesta. Y para allá nos fuimos todos. Pascual emprendió el camino con su Seiscientos en cuyo techo había colocado un enorme cartel a modo de pancarta, en el que con letras muy grandes rezaba: CARATORTA LA AFICIÓN ESTÁ CONTIGO. Os acordáis ¿?. Pues a la celebración llegamos todos menos Pascual, quien con la emoción se despistó y siguió carretera adelante, enfiló la cuesta de Castilleja y se encajó en Sanlúcar la Mayor. Después de un buen rato se presentó con el Seiscientos y el cartel que todavía seguía en el techo.
| Verano 2020 |
En plena Pandemia en el verano de 2020, nos encontramos en el Hospital
Vithas Aljarafe en la consulta del Oftalmólogo. Estuvimos charlando un buen
rato y me contó algunas de las cosas en las que estaba enfrascado. Hablaba de
su trabajo con sapiencia y convicción. De ahí que el éxito le acompañara. Se le
notaba contento y satisfecho en general. En aquel rato de charla revivimos
antiguos recuerdos y anécdotas del pasado. Sin duda, por La Mano Negra, sentía
pasión. Hablaba de todos con cariño y alegría.
Un gran momento que todos, pudimos vivir juntos, fue el 26 de septiembre de 2019. Sin duda todos recordamos aquella noche y comprobamos, como en un lugar emblemático de Sevilla, Pascual era capaz de ofrecer a la ciudad su gran trabajo TIERRA. Fue un regalo que hizo de manera altruista a la Ciudad. De donde se desprende y demuestra que su entrega y dedicación a las cosas de Sevilla, era una cualidad innata en él. Todos los asistentes fuimos testigos de cómo, la explanada de la Plaza de España llena de público durante más de dos horas, contempló un gran espectáculo y hasta donde era capaz de llegar montando espectáculos de esa envergadura.
| En la Plaza de Estaña |
Creo que el último contacto que tuve con él fue la
noche en que el Gran Poder llegaba a la Catedral, tras su visita a tres barrios
de la Ciudad. Pude oír la saeta que Joana Jiménez cantó en la calle Mateos Gago
y que Pascual había escrito especialmente para el Gran Poder. Tras oír aquello,
solo podía hacer una cosa, felicitar al autor. Y así lo hice.
Cuantos proyectos tendría en mente. Cuantos se le han
quedado en el tintero. Cuando le hicimos aquel vídeo con motivo de su 70
cumpleaños, le dije que él estaba escribiendo páginas en el Libro de Sevilla. Escritas
quedan.
Ya dije, al comienzo, que de Pascual se puede hablar
y contar muchas cosas. Muchas se me quedaran en el teclado, pero cualquiera de
vosotros puede añadirlas.
Con este momento he pretendido recordarlo y repasar
un poco la memoria. Memoria que no es solo mía. Aunque empezara el escrito como
algo personal, me doy cuenta de que igualmente puede ser de todos nosotros. Por
ello, si estáis de acuerdo y creo que lo estaréis, os hago a todos partícipes
del mismo.
Hace ya tiempo y en un momento de murria, solté una
frase que hasta entonces nunca había oído. Desde ese momento la hice mía “La vida sigue y nosotros con ella”
Pp. Callejo
6 de marzo de 2022
Ya de mayores, Curro y yo lo veíamos de vez en cuando y siempre nos trasmitía una alegría y un cariño espectacular. Gracias Pepe me ha encantado.
ResponderEliminarGracias a tí por tu comentario.
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